martes, 13 de diciembre de 2011

rostros de ti

Hemos despertado muchas veces juntos, pero creo fue a la mañana siguiente de nuestra boda cuando conocí a Marta, cuando tuve conciencia de ella.
Recuerdo sus manos al despertarme, una sensación tensa, como de primera vez, parecía atravesarme el pecho, tibia,  deslizándose hacia mi estómago, como un hormigueo desde las corvas hasta las rodillas, una mano blanca, delicada como de mujer antigua.

Recuerdo su respiración, larga, tenue, su pecho marcando el ritmo sobre mi espalda, una sensación de algo vivo, propio, recuerdo rozar su mano para afianzar el contacto, leve movimiento, su cuerpo se acomoda al mío, me siento menos vulnerable, es como una pluma de calor que conforta mi consuelo.

Su mano se desplaza explorando un territorio ya conquistado, justo en la frontera de lo glorioso, su risa cómplice. Me giro, y allí están esos dos puntos azules que eran sus ojos, no dice nada, tan solo se alza de entre las sábanas, ahora veo dos puntos marrones que eran sus senos, veo el negro de su cabello, de su sexo.

La luz de la mañana golpea su figura, me mira otra vez con sus ojos cielo y calla con un silencio como de cristal.

-¿Cómo hacerte vulnerable, llegar a tu luz? – me sale de dentro
-Puede intentarlo cuento quieras, tienes todo el tiempo del mundo

Me dice sin apartar la mirada, con un tono que suena  más a propuesta que reto, mientras como si intentase destejerme, y con esas manos blancas, pequeñitas, roza de nuevo mi cara, arañándome el alma sin causar dolor.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

¿De qué color eran sus ojos?

Tenemos  esas amistades que cuando menos te lo esperas van y te lanzan un órdago - ¿Por qué no escribes algo sobre tetas? Que lo del otro día estuvo bien. Si, algunos son así. Creo que fue mi parte cromañón la que aceptó,  a fin de cuentas  los hombres nos enamoramos de una mujer al mirarle la cara, los ojos,  pero una de las primeras cosas que nos atraen de ellas  son sus senos, sin ambages.

Pues nada, recojo el guante, me fascina la posibilidad de elogiar cualquier parte de la mujer  o a la mujer entera.

Le empiezo a dar vueltas al asunto en el tren,  al volver a casa, tomando buena nota como un discreto (o no) voyeur de cualquier ejemplo inspirador. En esas ando cuando,  para no variar, la voz femenina ferroviaria anuncia retraso, el tren  se para en una estación y nada paciencia… alzo la vista de mis hojas, y al otro lado de la ventana aparecen unas piernas a la altura de mis ojos,  solo  unas piernas pero…

Son dos piernas sutiles, largas, interminables autopistas hacia el cielo. Empecé entonces a imaginar el resto del cuerpo que las continuaba, la cintura exigua  que las asienta, el pecho que le otorgaría  la rotundidad final, las manos que explicarían la piel antes de llegar a su boca, presumida, insinuante.  Así sin prisas, regodeándose en la quietud ambigua que insinuaban sus piernas en ese momento.

Imaginé la templada y sedosa piel, deslizando el tacto de mi vista hacia el empeine, que recogía sus pies dejando entrever los dedos en el escote de sus zapatos, discretos de aguja, tacón elegante y moderado. Qué pena de inverno para no poder disfrutar de esa visión dentro de unas medias livianas marcadas de costura.

Aquella voz continuaba anunciando retrasos, por una vez no me importó.

Cambió de forma inesperada la posición de su cuerpo, dejando durante unos segundos a la vista sus pantorrillas espléndidamente elásticas bajo su falda, contundentes hacia sus tobillos, cargando durante unos segundos el peso, sobre su pierna derecha, como cuando un jinete cambia el ritmo.

Fumaba matando el tiempo de espera, con la mirada hacia la ventana,  sentía el agudo estimulo de sus ojos,  con los míos.  Aspira una nueva bocanada enervando la espalda,  haciendo renacer de nuevo sus pantorrillas. Sus piernas, sólidas, discretas, ligeramente curvas, mostraron de nuevo el comienzo de unos muslos igual de sólidos, en los que con una mezcla de pereza y contemplación de demoré. Creo que fue cuando ella fijo sus ojos en los míos, o eso creí,  entonces esperando  un movimiento nuevo, un jaque a mi atrevimiento, nada,  una nueva bocanada a su cigarrillo.Yo insistí congelado en la visión de sus piernas.

Me pregunte de nuevo, quien sería el afortunado, mientras media cada pliegue de sus rodillas, de repente dibujo entonces una sonrisa, convirtiendo sus pupilas en labios opacos, repartiendo de nuevo por mi columna vertebral una autentica descarga de deseo. Quería saber su nombre.

Entonces, de nuevo la voz del  tren, esta vez anuncio de forma rítmica que el problema se había solucionado  que continuábamos, cerrando las puertas con una premura poco elegante.

Así, sin ceremonia alguna el tren empezó a moverse, contemplé a la dama mientras se alejaba también, descubrí con  una cierta tristeza que aquellas piernas magnificas también le servían para caminar, mientras me iba invadiendo poco a poco la melancolía.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Culos, pompis, nalgas y traseros

Sometido a alguna de esas conversaciones profundas de las tantas de la noche, cuando encima de la mesa ya alguna que otra botella de Guiness vacía, una charla informal, no hay hueco para el deporte, la charla se reconvierte en algo profundo en un segundo, liviano al siguiente, llegamos a las mujeres, actuales, pasadas o futuras de nuestras vidas.

A hablar de nuestras debilidades o preferencias sobre ellas. Segundo profundo,  y creo que si las brumas irlandesas de la noche anterior no me juegan una mala pasada y leéis lo que escribo abajo notaréis cual fue mi elección.

Culo tiene esa “u” profunda que sostiene al  resto de la palabra dándole firmeza, de la que carecen el resto de las palabras que identifican la parte de la anatomía femenina de la que me gustaría hablar, como trasero, nalgas, pompis. Es la firmeza de las mujeres de nuestro tiempo, profesionales, deportistas, adolescentes de profesión que presentan todo el fascinante elenco, a saber culos prietos, breves,  altos, respingones, infantiles, pugnantes.

Lo confieso, me gusta la palabra culo. Trasero o posaderas me suenan vulgares, pompis, cursi  imagino a una mujer con aspecto de abeja, glúteos es diferente también tiene esa “u” profunda que sostiene al resto de la palabra, los glúteos  son un lujo de la naturaleza una especie de cola de pavo real desplegada. Una llamada a la especie. Son intemporales y eternos, como el de Sofía Loren, como lo será el de Marion Cotillard.

Los hay beligerantes, embutidos unos pantalones vaqueros, los hay expresivos o sobrios dentro de una falda, cualquiera de ellos, todos van dejando su mensaje allá por donde pasan, ¿quién  no se ha vuelto de forma sutil (o no) a mirar a esa mujer que pasa bizarra por la calle, y la ha seguido con la mirada varios metros más allá?Sin lugar a dudas el culo de la mujer es más expresivo que el del hombre, nadie lo puede negar, de hecho lo es todo el cuerpo, la mujer vive más enredada con él, es toda alma que dice a través de su cuerpo.

Nos seduce del  culo femenino en primera instancia su pura materialidad, luego su gracia y expresividad, vestido o desnudo, alto  o bajo, grande o pequeño. Y aunque a veces lo veamos así, separado, plural como las dos mitades de una manzana, nos gusta  realmente como una unidad singular, como el alma.

Para todas las mujeres que quise y las que quiero, con el mayor de los respetos y admiración.

domingo, 21 de agosto de 2011

La gabardina de Bogey


Siempre he sentido una especial debilidad por las morenas, a las mujeres me refiero, no a esos bichos marinos que parecen serpientes, Creo que descubrí esta predilección al ver aquella película de Howard Hawks, “Los caballeros las prefieren rubias”, donde yo me enamoré de la belleza de Jane Russell antes que de la exuberante  Monroe. Y así hasta ahora.

Recuerdo la última morena que conocí. Llovía de eso estoy seguro, por que cuando aquel bar apareció ante mis
ojos de una forma casi providencial, estaba totalmente empapado, la gabardina hacia agua por todos lados, además no sabía muy bien, (yo que siempre me he preciado de mi sentido de la orientación) como había terminado allí, no era capaz de reconocer aquella zona de la ciudad.

Entrar en aquel sitio fue como entrar en uno de esos sitios que aparecían en alguno de esos episodios de aquella vieja serie de televisión, “la dimensión desconocida” creo que se llamaba.
Parecía estar fuera de lugar, o el dueño era uno de esos individuos que se habían visto atrapados en la vorágine vintage, era como el “Rick’s Café Americain” de hecho casi juraría haber visto a Peter Lorre correr hacia el baño, no puede evitar sonreír.

Elegí un lugar cerca de la puerta, en la barra. Al sentarme me di cuenta que realmente había demasiada gente, por que no eran más de las doce de la mañana, según mi reloj, aunque en la pared uno mas antiguo marcaba las nueve de una forma sonora e irrebatible,

Al poco, se acercó una camarera, como no, morena. Unos ojos marrones me miraron como si también se sorprendieran de verme allí, recuerdo su cabello recogido de una forma antigua, casi sólida, sus labios se movieron para solicitar el pedido, y lo juro, de mi boca salió – Un whisky-  yo quería un café porque encima no soporto el sabor del whisky.
Sacó de debajo de la barra un pequeño vaso de cristal, y una botella de licor, mientras me preguntaba, que me había traído a Casablanca? aquello era demasiado y el primer trago de licor ya me ardía en el estómago.

Justo cuando me había decidido a preguntarle, si aquel bar era algún tipo temático, se abrió de nuevo la puerta del local y ante el umbral apareció un grupo de individuos vestidos con el uniforme del ejercito alemán de la segunda guerra mundial, un escalofrío hizo que se erizasen los pelos del cogote, el nazi más alto se parecía tanto al mayor Strasser,  que empecé a sentir miedo.

Según el grupo avanzaba, se notaba como aumentaba la incomodidad del resto de los clientes, algunos escupieron al suelo sin ser vistos, maldiciendo en voz baja. Apareció de nuevo la camarera. – Habrá problemas susurró, siempre que aparecen estos hay problemas.-  dijo mirándome a los ojos.

Empecé a marearme, No se si por el whisky, los ojos de la camarera o la situación. Necesitaba salir de allí.
La puerta estaba cerca  así que me no demoré, agarré la gabardina del perchero y salí a la calle, justo cuando empezaban los primeros acordes de la Marsellesa detrás de mí.

 Al doblar la esquina me di cuenta que de nuevo me estaba mojando y  para cubrirme del agua, me puse la gabardina, no me valía, era pequeña, había cogido otra prenda, genial había robado también a alguien, al mirar dentro de los bolsillos apareció un viejo pasaporte francés, y al ver el  nombre de Rick Blaine, era la cara de Bogart. Casi se salen los ojos  cuando vi la foto. Le había robado la gabardina a Bogart!! Durante un instante estuve a punto de regresar y devolverla, pero solo durante ante un momento. Apreté el paso bajo la lluvia que arreciaba.

Llegué tarde a casa,  recuerdo que me desperté  con un tremendo dolor de cabeza y es raro, por que además desde aquel momento no puedo evitar de cuando en cuando probarme aquella gabardina, y entonces me apetece tomar un whisky, y sin venir a cuento me sale un: -Si ella pudo aguantarlo yo también, tócala otra vez para mi Sam.

-You must remember this a kiss is just a kiss… y me acuerdo de aquella mujer morena.

sábado, 30 de julio de 2011

De repente aquel verano,

Acababa de cumplir los catorce aquel agosto.
Aquel año me  costó convencer a mis padres para que me dejasen ir de vacaciones, mi hermana pequeña se había puesto enferma y habían decidido que ese año nos quedábamos en Madrid. Yo, había expuesto mil justificaciones para ir solo, que si ya era mayor, y todo eso… me encantaba aquel pequeño pueblo en la costa, la playa de arena fina y blanca, ver los barcos llegar cargados con la pesca del día al muelle, el color del cielo antes de una tormenta. Y no estaba dispuesto a aguantar el calor de la ciudad en verano.
Los quinientos kilómetros que separaban Madrid de El Castro eran muchos kilómetros para ir en autobús y mi padre decidió que sería Renfe quien me trasladase hacia las costas asturianas. A mí no me importo, la verdad, me encantaba (aún me gusta, viajar en tren), pasear arriba y abajo así podría  inventar historias sobre los viajeros, que después escribía para compartir con mis amigos en el pueblo, por la noche, delante de nuestros primeros cigarros.
Me gustaba cuando el tren paraba en algunos pueblos y las gentes del lugar te ofrecían sus mercancías, aun se podían bajar las ventanas de los vagones, no como ahora. Aquellos paisajes de la ruta eran fascinantes, se podía oler el campo o el trigo, y encima tendría alguna buena historia entre las hojas de mi libreta.
En la estación me esperaba mi tío Manuel, (por el que yo llevaba mi nombre), era el único hermano de mi padre. Debo reconocer que sentía verdadera adoración por él. Fueron sus historias, que nunca supe si eran inventadas o no, las que me metieron el gusanillo de escribir, recuerdo como se enfadó mi padre al enterarse, que me  “llenaba la cabeza de pájaros” como decía, le costó un par de veranos recuperar la relación normal con su hermano,  cuando se dio cuenta que era irremediable desengancharme de aquellas historias de marino, de viajes que me parecían de Simbad en aquel tiempo.
Fue un abrazo fuerte, con sabor a mar.
-Vaya estirón has dado chaval. No dijo más en el camino, tampoco hacía falta.
 Mi bolsa cayó atrás, en el maletero del coche, que arrancó quejándose.
Aquel año había llovido bastante  y el paisaje verde de por sí, relucía. El sol templaba ya el lado donde yo estaba sentado produciendo una sensación de confort tal que mi tío tuvo que sacarme del ensimismamiento cuando paró.
-Niño, niño, que estas en Babia- me espetó.  
La casa no había cambiado mucho. Hoy olía a pan recién hecho nada más entrar.  Detrás de la puerta de la cocina apareció mi tía, menuda, morena, se parecía mucho a mi madre, parecía sofocada por el esfuerzo del horneo, sonreía sincera, los ojos le brillaban como solo brillan a la gente del campo. Recuerdo el olor de la harina en sus manos mientras me pellizcaba las mejillas.
-Lolo, ay! Manoliño!  como has crecido – me soltó, arreándome un par de besos.
–Ve a saludar a tu prima la tienes ahí fuera leyendo, mientras meto el último pan. Anda fuera rapaz!
Como me gustaba cuando me llamaba así. Celia era la única hija de mis tíos, estaba en un colegio interna, tenía un par de años más que yo y al terminar la básica por aquel entonces la única forma de poder seguir estudiando era de interna en Gijón.
Aquella figura que ahora veía a través de la ventana no podía ser la niña flacucha que recordaba, también había crecido. Me acerqué despacio, intentando cumplir aquella broma que teníamos desde niños, por detrás, mis manos cubrieron sus ojos, suavemente, sin presión.
-Hola flacucha, ¿cuál es la palabra mágica? – Se sobresaltó dando un respingo. Fue entonces cuando me di cuenta de mi error, bueno y cuando escuche las sonoras risotadas de mi prima a mis espaldas.
-Ja, ja, ja, ja mira como ha aprendido el Lolo.
 Se llamaba Marta, recuerdo que me sonroje entre entrecortadas disculpas. Era su compañera habitación en el colegio. Aquel verano sus padres no habían podido recogerla e iba a compartir las vacaciones con mi prima. ¿Habéis comido algo delicioso del que varias horas después aún permanece el sabor y no queréis comer nada para que no se vaya? Así me sentí yo aquel momento, no quería apartar mi vista cuando vi sus ojos marrones esa primera vez, el pelo recogido en una cola de caballo. Lo recuerdo perfectamente, también recuerdo el libro que cerró sobre la mesa, era Miss Dalloway, mientras se retiraba el cabello de la cara.
Aquel fue el mejor verano de mi vida. Fue el verano de mi primer baile agarrado, del primer beso paseando por la playa. Casi no vi a mis amigos esas vacaciones y aquellas historias del tren se quedaron en la maleta. Nunca sentí un verano tan corto como aquel. Después habría muchos más veranos.
No sé por qué he recordado ahora esta historia después de tanto tiempo, pero debo tener una cara graciosa, porque cuando me doy cuenta me encuentro a Marta mirándome mientras me sonríe con un libro entre las manos.
-Ya estás otra vez, en que piensas ahora. Me dice mientras me agarra suavemente del brazo dirigiéndome hacia la caja.
-Nada. Le digo mientras da el libro a la cajera, vuelvo a sonreír cuando veo el titulo, “Miss Dalloway”
-Nunca pude terminar el libro –me dice- creo que lo perdí.
Yo vuelvo a sonreír sin decir nada, pero de una cosa estoy seguro, que como aquella Miss Dalloway que interrumpí hace tiempo, yo también he decidido que voy comprar flores para su cumpleaños y preparar una fiesta para nuestro aniversario este verano.

sábado, 23 de julio de 2011

el mar y una fotografia

El otoño empezaba a dejarse notar pidiendo paso entre los últimos días de agosto. Las fiestas locales  habían terminado hace unos días y el en el pueblo solo quedaban los últimos turistas rezagados.

La luz comenzó a filtrarse entre las cortinas del dormitorio. Abrió los ojos lentamente, tras un leve escalofrío. No podía evitar sentirse un poco intimidado ante la imponente presencia de aquel monolito de cedro que se alzaba al fondo de la habitación.
Siempre le había parecido que el sólido y ajado armario se parecía al de las novelas que le leía su abuelo, las que salía aquel león enorme, y aunque de joven se había quedado encerrado muchas veces dentro probando  a ver si también le llevaba a algún reino mágico, los únicos seres fantásticos que había conseguido ver allí dentro eran unas enormes polillas que ejercían de celosas guardianas del único secreto que aún guardaba desde crío, una vieja botella cerrada que encontró  en la playa, era su botella con mensaje, y que por alguna razón había preferido inventarse historias sobre ella y su carta en lugar de abrirla.

Aún reposaba en el fondo del armario cerrada.

Hace fresco y esta gris.   La casa estaba en silencio y desde el refugio de la manta no se oía nada, quizá un poco de viento a través de alguna ventana abierta, olía a lluvia futura.
 Marta y la peque habían salido el día anterior, ella se había empeñado en probar la nueva estación de tren y así aprovechar para llegar descansadas a Madrid. Es probable que si no hubiera tenido que terminar algunos arreglos en la casa para poder cerrar la casa también se hubiese marchado.  En las últimas semanas  había pasado muy poco tiempo con ellas.

El reloj del pasillo marcó las nueve. El agua de la ducha estaba caliente, compensado el suelo de piedra que aún guardaba el frío de la madrugada, de forma rutinaria iba repasando las cosas que tenía que llevarse de nuevo a Madrid, pese a que casi todas las maletas ya estaban en el coche desde ayer, habían terminado de empaquetar bajo la supervisión de Marta y en previsión de la suya de olvidarse las cosas.

En la cocina, un café caliente y el último cruasán de la bolsa para desayunar. Había terminado pronto la tarde anterior, así que decidió despedirse del verano con un último paseo hasta el pueblo.  La casa del abuelo como la llamaba,  era una de esas casas que se construyeron al inicio, antes de que el pueblo empezase  a crecer, le separaban al menos treinta minutos de paseo.  Así que cogió una chaqueta y la vieja Hasselblad del aparador, aún le quedaba una última cosa por hacer.

La pesada puerta de madera se cerró por sí sola, y el sabor del aire salado del mar no tardo en fijarse en los labios.  Unos metros más allá se podía divisar a lo lejos, tranquila y en calma “Cala Margarita”. Era difícil pasar por aquel  paisaje y no pensar en una postal de libro.
Reanuda el camino. Y poco a poco la perspectiva del paisaje va cambiando, los tejados de las primeras casas del pueblo aparecen ante sus ojos. Algunas persianas aparecen ya cerradas, parroquianos que se apresuran a sus tareas, otra calle blanca más, en un patio suena una guitarra temprana, no le cuesta nada reconocer “Entre dos Aguas”, ha puesto tantas veces esa canción a la cría para dormirla que no puede evitar sonreír.

Recuerda perfectamente todas esas calles, algunas caras ya han desaparecido y otras le saludan de forma efusiva, como solo saludan en los pequeños pueblos, y se despiden hasta el año que viene.

 El camino de vuelta se le antoja más corto,  cuanto más a gusto se siente el tiempo parece ir deprisa y casi sin darse cuenta tiene de nuevo ante sus ojos la arena blanca y fina de la cala. Desde la primera vez que la fotografió  noto que algo mágico se había fijado a través del visor en cada una de las instantáneas y su memoria, dejando instaurada desde aquel momento la tradicional foto del  final del verano de aquella playa.

 Click! le encanta el sonido mecánico del disparador de la cámara  Click! Perfecto.

Podría  estar horas allí, como en tantas otras ocasiones, buscando refugio. Más  gris en el cielo y sobre las olas.El zumbido del móvil le devuelve a la realidad como una bofetada a destiempo. La voz de Marta suena al otro lado del auricular…

-¿Qué tal la foto del este año? ¿Todo bien? Ten cuidado a la vuelta. –Me suelta así, sin más, casi maternal.

Por eso se siente tan bien con ella, por que como en esta Cala, sobran las palabras, aparecen en el momento oportuno.  Recoge un puñado arena en la mano y una última mirada.

Comienza a llover sobre el Mar.

jueves, 14 de julio de 2011

SAUDADES

Recuerdo que sonaba aquella melodía machacona, esas que atormentan el verano, y  de la nadie se acuerda el siguiente.

Recuerdo que estaba sentado en el vestíbulo de la Estación do Rossio, de nuevo había perdido el tren hacía Madrid, no era capaz de evitarlo, cada vez me costaba más despedirme de Lisboa, cada vez necesitaba menos excusas para volver o alargar los día de estancia, en esta ocasión había sido el cumpleaños de Carlota.

Fuera comenzaba a llover.

Aquel banco era confortable y al lado de la cristalera, el agua golpeaba lentamente los cristales, mientras fuera grupos de desconocidos apretaban el paso para resguardarse de la lluvia que arreciaba.  De repente aquella música se paró, como una señal.

Las gotas recompusieron el ritmo en el silencio creciente, ahora más lento, como un fado triste, casi podía escuchar a Amalia Rodrigues cantando Estranha Forma de Vida

Mis párpados cayeron  agotados de emociones, note como llegaban más recuerdos, los del tumulto de la noche anterior cantando el cumpleaños feliz, de las risas, de los abrazos, de la mirada de Carlota. El recuerdo del tacto suave de piel de sus zapatos nuevos de tacón, en mis manos, regalo de cumpleaños que ella se había empeñado en estrenar esa noche y que le Rua de Sao Miguel empinada como ninguna le había hecho rendir, y caminar descalza por el suelo recién regado.
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Amanecía sobre Sao Jorge.

El recuerdo de aquel anciano desconocido en el mirador que le ofreció una rosa y un poema de Pessoa.

El anuncio del nuevo tren, me devolvió a la realidad, con un nudo en la garganta.

Saudades.

Había parado de llover, olia a limpio,  en el andén el agua de la tormenta había dejado pequeños charcos que reflejaban partes de la estación,

Entonces durante un momento, tan sólo por un instante me pareció ver a aquel hombre de la noche anterior que me despedía con una sonrisa y su sombrero de paja pasado de moda.

Espejismo.

Mientras subía al vagón, de nuevo la misma y atormentadora canción, pero ya no importaba, No tenía la menor duda, no tardaría en volver a Lisboa, volver a los ojos de Carlota

miércoles, 6 de julio de 2011

El Gato

Aquel podría ser perfectamente un dolor de cabeza de magnitud diez, el problema es que no recordaba haber bebido la noche anterior, así que lo tomó como un mal augurio.

Cientos de agujas parecían disfrutar clavándose de forma insistente e inmisericorde ahora en sus pupilas, ahora en sus ojos, durante unos segundos fue capaz de mantener los ojos abiertos, justo para distinguir a su gato Lucas, entre la foto de su viaje a Nueva York y la despedida de soltera de Luisa.

Durante ese instante creyó reconocer la mirada reprobatoria de una profesora de económicas, pero no podía ser, su gato le caía bien.

Se refugió entre las sábanas, era sábado, de eso estaba segura así que no tenía prisa alguna, el gato desistió de reclamar la atención, saliendo por la puerta orgulloso y ofendido con bufido reprobatorio.
Durante unos instantes, con los ojos cerrados bajo la sábana se hizo un vacío, ni reloj, ni gato, nada de nada.

Tranquilidad, tanto que el dolor de cabeza pareció aplacarse.
Nunca le había costado levantarse, pero hoy el reloj de la mesita había marcado ya dos veces la hora en punto cuando tomó la decisión de que ya era hora.

Sobre el borde de la cama se dio cuenta de que la vieja camiseta de los Rolling aún le quedaba bien, aunque era amplia dejaba adivinar su figura, sus pechos marcando el territorio hasta el principio de sus piernas como frontera, por eso le gustaba aquella camiseta y por los buenos recuerdos que le traía de aquel verano.
Una ducha ligera la hizo despertar de forma definitiva y abandonar los últimos restos de la tortura del dolor de cabeza.

Delante del espejo, mientras terminaba de secarse se sorprendió mientras se contemplaba desnuda ante el espejo, regia como una reina blanca en un tablero de ajedrez, notó como se ponía colorada, sonrió levemente y continúo sin cubrirse.

-Decidido, esta vez verbalizo el pensamiento de forma rotunda, mientras se ponía los vaqueros. Era el día perfecto para darse un capricho y aquel conjunto de “La Perla” iba a ser el premio perfecto, aquel sujetador granate con bordado de hilo de plata quedaría perfecto bajo el vestido de Donna Karan que se trajo en el viaje de Nueva York, otro capricho que esperaba el momento perfecto el armario.

Un café, mientras ordenaba despacio la cartera. Tenía que mirar aquel bolso, ahí, colgado del perchero parecía más una mochila a punto se salir de acampada que un shopping bag.De nuevo, notó la mirada de su gato, le miraba como su madre cuando volvía a casa con unos zapatos nuevos.

Cerró la puerta con un poco de complejo de culpa, aunque estaba segura que unas tortitas de arándanos y un capuchino en aquel café cerca del Teatro Real lo borrarían de inmediato.



lunes, 30 de mayo de 2011

El año que me enamoré de una francesa



Recuerdo que atrajo mi atención en El largo domingo de noviazgo, que atrajo mi atención sobre Audrey Tatou que ya era mérito, ella llegaba con Amelie a las espaldas, recuerdo que esperaba el plano siguiente, cualquier imagen que me enseñase de nuevo esos ojos increíbles, o ese pelo negro. ¿No os suena, os recomiendo la película? 

Pasaron casi diez películas, productos muy franceses y yo la verdad el cine francés salvo algunas comedias estupendas o productos puntuales sólo me ha gustado el cine policíaco, pues me olvide de ella, olvido imperdonable, hasta que de nuevo su encanto somete a un soso Russell Crowe en una innecesaria aventura francesa de este, Un buen año. Esta no os la recomiendo. Al año siguiente un huracán francés arrasa en los Oscar, impresionante, La vie en Rose, estupendo trabajo que demuestra que a demás de una mujer hermosa es una estupenda actriz. ¿Ahora si? ¿No?

Bueno un poco más, le sigue Enemigos Públicos, con Deep, otra peli francesa, un desastre musical lleno de estupendas mujeres Nine, dos pequeños productos para video, un más que extraño y estupendo trabajo Inception, con DiCaprio, ¿sigo? Sus dos últimos trabajos Pequeñas Mentiras sin Importancia (2010) de Guillaume Canet, no tengo el gusto y Midnight in París (2011), estupendo trabajo de Woody Allen, con el que pocas veces podré ser imparcial.

Pues si, si no habéis identificado ya con toda esa información a Marion Cotillard, no sabéis lo que os estáis perdiendo. En la peli de Allen cada uno de sus planos se lleva por delante a cualquiera de los actores americanos que la acompañan, diosmio! ¿Owen Wilson llegó a ver su trabajo final? El ridículo acento de Brody haciendo de Dalí...Cotillard es capaz de llevarse por delante cualquiera de los planos, da lo mismo quien tenga a su lado, cuando sonríe, cuando mira desarma, atrapa y derriba.

En "Pequeñas Mentiras sin Importancia", la peli de Canet, sus compatriotas dan el juego, me gustaron y estaré mas al tanto de ellos,  pero de nuevo Cotillard arrebata plano a plano cada uno de los 120 minutos y pico del metraje en los que aparece, Marie, es un personaje comprometido, una mujer decidida, insegura, pero que siempre esta ahí al pie del cañón,(me recuerda tanto a alguien), con esa melena rizada, morena, esos enormes ojos, su boca, sus movimientos, poniendo orden en el grupo, sucumbiendo al desastre final, siendo de forma inconsciente el elemento que cohesiona a unos amigos que amenazan con un principio de desbandada, adorable incluso con lágrimas en los ojos. Si antes me gustaba después de este personaje.más.


En fin, disculpad si han sonado algo vehementes las líneas anteriores, pero siento una especial debilidad por esta mujer, y encima uno de sus últimos trabajos aún en preparación será en la nueva de Batman, The Dark Night Rises (2012), que más se puede pedir.





martes, 24 de mayo de 2011

Jeff Jones (January 10, 1944 -May 19, 2011)

Vaya, yo que no le tengo todavía cogido el tranquillo a esto del blog no puedo evitar tener que escribir unas lineas y sobre una noticia triste, ha fallecido la estupenda ilustradora y dibujante  de comics Jeffrey Catherine Jones, Jeff Jones , para todos los que en aquellos años comenzábamos a dibujar.

Integrante de aquel estupendo y fascinante grupo de dibujantes que el mundo conoció en los setenta como "The Studio"  a este trío me refiero: Michael Kaluta, Bernie Wrightson y Barry Windsor-Smith.

Se que a muchos que ahora leéis comicstenéis menos de treinta y tantos estos nombres puede que no os digan


Solo quería compartir con vosotros que algo más de mi memoria lejana nos ha dejado, que descanse en paz Jeff Jones. Y gracias por todo lo que me enseñaste sin saberlo. 

domingo, 22 de mayo de 2011

Saudades de ti.

Lo peor de tener tiempo es que puedes emplearlo en algo útil o desperdiciarlo, y hoy yo he decidido hacer algo "de provecho" sacudiendo el polvo a los libros de la estantería.
Vale, Elvis sonando, una cerveza fría, y diez minutos después cuando ves todo que lo que has acumulado...ya no hay más remedio que continuar.
 Benedetti, Faulkner, Tabucchi, Grandes, Muñoz Molina....ufff! cuanto leía y ahora cuanto me cuesta coger un libro, a veces creo que he perdido algunas buenas influencias, en esas que hojeando "La balsa de piedra" me ataca la nostalgia portuguesa, si no conocéis Lisboa os estáis perdiendo una de la ciudades más bonitas de Europa, esas pequeñas callejuelas empedradas, esas tremendas cuestas, la luz del amanecer paseando por la Plaça do Comercio...me doy cuenta entonces que hay algo más que extraño de Lisboa, la mujer que me la descubrió, recuerdo aquel primer viaje.
Me pongo a rebuscar en busca de esos viejos álbum de fotos que guardamos escondidos en un rincón, debajo de papeles, de libros y luego más libros, me cuesta encontrarlo pero ahí esta, gris, siento una extraña punzada en la boca del estómago al abrirlo, rebusco entre las primeras hojas, entre fotos de viejos edificios, casas y plazas con impresionantes azulejos pintados, miradores...
 Yo busco la mirada castellana que cautivo, aquella sonrisa comunera que sabía sacar lo mejor y lo peor de uno, unas hojas más, ahí esta, parada frente a un escaparate mirando algo, o escondida junto a Olga, toledana de pro, madre mía que días más bonitos, una foto los tres juntos en A Brasileira, cortesía de Carlota la portuguesa más guapa que he conocido en mi vida. Estaba derrotado por esos ojos, y yo transparente...que extraño es el ser humano, así sin venir a cuento la memoria te juega una pasada y una saudade inesperada también te derrota un poquito.
Cuando me doy cuenta, estoy buscando en el pc algo que alimenta más mi luso filia, algo que como mi Henry Higgins particular ella me enseño, a Dulce Pontes cantando "Lágrima" y ya si que no puedo más, la garganta se me cierra un poquito y el nudo del estómago se hace otro poquito más grande.
No recuerdo por que acabó todo, tampoco me importa ya, pero si recuerdo que no siento ningún dolor, ningún agravio, me alegro de que esos días  pasasen, me alegro de haber pasado esa etapa con ella, con aquellas excelentes personas, me quedo con mis recuerdos, tengo la sensación escribiendo estas líneas que esto es algo que le debía, quizá lo lea, pero si no sólo espero que el tiempo haga cruzar de nuevo su camino con el mío, aunque solo sea por una vez, para ponernos al día y tomar otra Grimbergen. Beijos e

domingo, 24 de abril de 2011

¿Aún sueñan los androides con ovejas eléctricas?

Me arriesgo y pongo en el dvd, "Soy el número 4" ... tardo veinte minutos en quitarla y siento la necesidad de escribir algo.
Siempre me ha gustado el cine de ciencia ficción. Pero ese no ese cine donde los protagonistas son puñeteros quinceañeros rubios o rubias con talla de sujetador digna de bailarinas exóticas que de forma absurda, inexplicable y con un trabajo interpretativo y un guión  a la altura de un concierto de Justin Bieber, y este el cine de ciencia-ficción que para mi desgracia no se filma ahora, son otros tiempos, y la verdad apestan.

Un poco atrás, vale, todavía después de ver La invasión de los ladrones de Cuerpos, Don Siegel (1956) miro bajo la cama esperando no encontrar una vaina enorme, aunque algunos años después volvieran a intentarlo con La invasión de los Ultracuerpos (1978) o Invasión (2007) todo se quedo en un bluf  insulso y pretencioso. Sigo? Si venga, un poco más, y La guerra de los Mundos (1953) la de Byron Haskyn, no la de Spielberg que con todos mis respetos aquí, salvo las lecciones magistrales de dirección de actores, y  por que sino el sr. Cruise, pues no. Esta película consiguió desbancar en mi escala de odio niños actores a Damien, y me refiero a el personaje de Dakota Fanning.

Podría seguir así con algunas más de aquella época dorada del cine, Planeta Prohibido, Ultimátum a la tierra, El planeta de los simios, Farenheit 451 ... Finaliza el cliclo dorado con Star Wars (1977) , de esta creo que esta todo dicho, y hasta los ochenta cada vez  menos...

 ¿Alguien es capaz de recordar la estupenda Atmósfera Cero (1981) Aquella versión espacial que hizo Peter Hyams con Sean Connery de Solo ante el peligro, un excelente trabajo de guión, de movimiento de cámara, e incluso Connery que a veces le cuesta no hacer de Connery daba juego.
   Llego a mi favorita a la película que marca un antes y un después de hecho acuño un nuevo término "ciberpunk" me refiero a Blade Runner (1982) Ridley Scott. Oscura, húmeda, nunca para de llover. Vemos una metrópolis llena de neón, una futurible aldea global de razas, de modas asentadas sobre un mundo en que el temor a la muerte se aprovecha en un tráfico soterrado de órganos. Un mundo en el que un policía descreído, cadí finiquitado debe enfrentarse a una misión que ni si quiera era para el, al filo de la cuchilla, o mejor a caminar sobre el filo de esa misma cuchilla, estando siempre al borde de todo, y de todos.
  Rick Deckard debe enfrentarse a sus miedos, a las preguntas que nunca se atrevió a  hacer mientras debía descubrir replicantes sometidos a la tortura delVoight-Kampf, esa suerte de esclavos robot con fecha de caducidad. Según pasa el tiempo, Deckard empieza a cambiar, conoce a Rachel, una pieza única que esta al lado del Dr. Eldon Tyrell, de la que inevitablemente se enamora.

  Las historia nos muestra una sociedad tecnológica corrupta y decadente, la ampulosidad de las habitaciones de Tyrell  frente a las habitaciones del fabricante Sebastian en el Edificio Bradbury, donde después de finiquitar a un grupo de rebeldes replicantes que solo buscan respuestas Deckard se enfrenta cara a cara con su líder Roy Batty, un estupendo compañero de viaje de Harrison Ford en este trabajo.
   Es en este último cuarto de la cinta donde Deckard lucha con Batty, pero también consigo mismo, donde al final descubre lo que durante tanto tiempo ha estado buscando, un sentimiento verdadero, y lo descubre frente a los ojos de una "máquina" más humana que lo que el ha sido hasta entonces, cerrando en enfrentamiento con una sentencia que permanecerá para la eternidad del cine:
  
" I've seen things you people wouldn't believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I've watched C-beams glitter in the dark near the Tannhauser Gate. All those moments will be lost in time, like tears in the rain. Time to die "

  "Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia" y encima fue casual, Hauer se la sacó de la manga, impresionante. Bueno, podría alargar un poca más, pero siempre me pasa lo mismo cada vez que hablo de esta película, me entran ganas de verla otra vez.

   Seguro que me olvido de alguna, pero a estas alturas de la tarde, en mi cabeza ya suena Vangelis, empiezan los títulos de crédito, y sin una máquina de  Voight-Kampf, solo puedo preguntarme si los androides siguen soñando con ovejas eléctricas ...


(*)¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (en inglés: Do Androids Dream of Electric Sheep?) es una novela corta, perteneciente al género de la ciencia ficción, escrita en 1968 por Philip K. Dick (1928-1982),Blade Runner, dirigido por Ridley Scott en 1982 se basa –aunque muy libremente– en esta novela. Dick murió ese mismo año, antes de que se estrenara la película.