jueves, 14 de julio de 2011

SAUDADES

Recuerdo que sonaba aquella melodía machacona, esas que atormentan el verano, y  de la nadie se acuerda el siguiente.

Recuerdo que estaba sentado en el vestíbulo de la Estación do Rossio, de nuevo había perdido el tren hacía Madrid, no era capaz de evitarlo, cada vez me costaba más despedirme de Lisboa, cada vez necesitaba menos excusas para volver o alargar los día de estancia, en esta ocasión había sido el cumpleaños de Carlota.

Fuera comenzaba a llover.

Aquel banco era confortable y al lado de la cristalera, el agua golpeaba lentamente los cristales, mientras fuera grupos de desconocidos apretaban el paso para resguardarse de la lluvia que arreciaba.  De repente aquella música se paró, como una señal.

Las gotas recompusieron el ritmo en el silencio creciente, ahora más lento, como un fado triste, casi podía escuchar a Amalia Rodrigues cantando Estranha Forma de Vida

Mis párpados cayeron  agotados de emociones, note como llegaban más recuerdos, los del tumulto de la noche anterior cantando el cumpleaños feliz, de las risas, de los abrazos, de la mirada de Carlota. El recuerdo del tacto suave de piel de sus zapatos nuevos de tacón, en mis manos, regalo de cumpleaños que ella se había empeñado en estrenar esa noche y que le Rua de Sao Miguel empinada como ninguna le había hecho rendir, y caminar descalza por el suelo recién regado.
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Amanecía sobre Sao Jorge.

El recuerdo de aquel anciano desconocido en el mirador que le ofreció una rosa y un poema de Pessoa.

El anuncio del nuevo tren, me devolvió a la realidad, con un nudo en la garganta.

Saudades.

Había parado de llover, olia a limpio,  en el andén el agua de la tormenta había dejado pequeños charcos que reflejaban partes de la estación,

Entonces durante un momento, tan sólo por un instante me pareció ver a aquel hombre de la noche anterior que me despedía con una sonrisa y su sombrero de paja pasado de moda.

Espejismo.

Mientras subía al vagón, de nuevo la misma y atormentadora canción, pero ya no importaba, No tenía la menor duda, no tardaría en volver a Lisboa, volver a los ojos de Carlota

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