miércoles, 29 de mayo de 2013

Una tarde de otoño cualquiera

Esta oscuro cuando llego. Deben ser las nueve o las diez, no estoy seguro. Hace frío para sacar las manos de los bolsillos de la gabardina.

Ya he olvidado las copas que he tomado en este bar. Recuerdo que sonaba Bessie Smith cantando St. Louis Blues con el primer trago de bourbon. La voz de aquella mujer era como una cuchillada en el alma. Amé el blues al primer momento, después vino el jazz.

Algunas de las paredes están llenas con fotos de leyendas del jazz que hicieron literatura con su voz y con sus instrumentos. Aquellas notas que Lester Gordon sacaba a su saxo tocando "Body and Soul" o el “Kind of Blue” de Miles Davis.

En aquel tiempo tras la barra despachaba los espirituosos una camarera con unos ojos que hacían perdonar cualquier error de su pasado y unas pestañas capaces de tutearte desde el primer momento. Recuerdo que una vez me abofeteo con un beso.

Aquella barra estaba llena de marcas, como aquellas manchas de las lágrimas y de los daiquiris de aquel anciano que vestía como un mafioso y que no podía evitar compartir cada vez que recordaba la pelea de Frazier –Ali del 71. Un día desapareció y nos dejó a todos con su incógnita y una historia que contar. En fin hay gente que prefiere llenar su vida de objetos, de muebles, yo como él también me quedo con los recuerdos y las emociones.

Una señal. Otra vez ex aequo Bessie Smith y unos cubitos de hielo en un vaso,  el reloj dice que es la hora, y una voz conocida que esta corre por cuenta de la casa.

Fuera llueve despacito, como en un blues mientras desabrochan las calles.

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