martes, 13 de diciembre de 2011

rostros de ti

Hemos despertado muchas veces juntos, pero creo fue a la mañana siguiente de nuestra boda cuando conocí a Marta, cuando tuve conciencia de ella.
Recuerdo sus manos al despertarme, una sensación tensa, como de primera vez, parecía atravesarme el pecho, tibia,  deslizándose hacia mi estómago, como un hormigueo desde las corvas hasta las rodillas, una mano blanca, delicada como de mujer antigua.

Recuerdo su respiración, larga, tenue, su pecho marcando el ritmo sobre mi espalda, una sensación de algo vivo, propio, recuerdo rozar su mano para afianzar el contacto, leve movimiento, su cuerpo se acomoda al mío, me siento menos vulnerable, es como una pluma de calor que conforta mi consuelo.

Su mano se desplaza explorando un territorio ya conquistado, justo en la frontera de lo glorioso, su risa cómplice. Me giro, y allí están esos dos puntos azules que eran sus ojos, no dice nada, tan solo se alza de entre las sábanas, ahora veo dos puntos marrones que eran sus senos, veo el negro de su cabello, de su sexo.

La luz de la mañana golpea su figura, me mira otra vez con sus ojos cielo y calla con un silencio como de cristal.

-¿Cómo hacerte vulnerable, llegar a tu luz? – me sale de dentro
-Puede intentarlo cuento quieras, tienes todo el tiempo del mundo

Me dice sin apartar la mirada, con un tono que suena  más a propuesta que reto, mientras como si intentase destejerme, y con esas manos blancas, pequeñitas, roza de nuevo mi cara, arañándome el alma sin causar dolor.