domingo, 21 de agosto de 2011

La gabardina de Bogey


Siempre he sentido una especial debilidad por las morenas, a las mujeres me refiero, no a esos bichos marinos que parecen serpientes, Creo que descubrí esta predilección al ver aquella película de Howard Hawks, “Los caballeros las prefieren rubias”, donde yo me enamoré de la belleza de Jane Russell antes que de la exuberante  Monroe. Y así hasta ahora.

Recuerdo la última morena que conocí. Llovía de eso estoy seguro, por que cuando aquel bar apareció ante mis
ojos de una forma casi providencial, estaba totalmente empapado, la gabardina hacia agua por todos lados, además no sabía muy bien, (yo que siempre me he preciado de mi sentido de la orientación) como había terminado allí, no era capaz de reconocer aquella zona de la ciudad.

Entrar en aquel sitio fue como entrar en uno de esos sitios que aparecían en alguno de esos episodios de aquella vieja serie de televisión, “la dimensión desconocida” creo que se llamaba.
Parecía estar fuera de lugar, o el dueño era uno de esos individuos que se habían visto atrapados en la vorágine vintage, era como el “Rick’s Café Americain” de hecho casi juraría haber visto a Peter Lorre correr hacia el baño, no puede evitar sonreír.

Elegí un lugar cerca de la puerta, en la barra. Al sentarme me di cuenta que realmente había demasiada gente, por que no eran más de las doce de la mañana, según mi reloj, aunque en la pared uno mas antiguo marcaba las nueve de una forma sonora e irrebatible,

Al poco, se acercó una camarera, como no, morena. Unos ojos marrones me miraron como si también se sorprendieran de verme allí, recuerdo su cabello recogido de una forma antigua, casi sólida, sus labios se movieron para solicitar el pedido, y lo juro, de mi boca salió – Un whisky-  yo quería un café porque encima no soporto el sabor del whisky.
Sacó de debajo de la barra un pequeño vaso de cristal, y una botella de licor, mientras me preguntaba, que me había traído a Casablanca? aquello era demasiado y el primer trago de licor ya me ardía en el estómago.

Justo cuando me había decidido a preguntarle, si aquel bar era algún tipo temático, se abrió de nuevo la puerta del local y ante el umbral apareció un grupo de individuos vestidos con el uniforme del ejercito alemán de la segunda guerra mundial, un escalofrío hizo que se erizasen los pelos del cogote, el nazi más alto se parecía tanto al mayor Strasser,  que empecé a sentir miedo.

Según el grupo avanzaba, se notaba como aumentaba la incomodidad del resto de los clientes, algunos escupieron al suelo sin ser vistos, maldiciendo en voz baja. Apareció de nuevo la camarera. – Habrá problemas susurró, siempre que aparecen estos hay problemas.-  dijo mirándome a los ojos.

Empecé a marearme, No se si por el whisky, los ojos de la camarera o la situación. Necesitaba salir de allí.
La puerta estaba cerca  así que me no demoré, agarré la gabardina del perchero y salí a la calle, justo cuando empezaban los primeros acordes de la Marsellesa detrás de mí.

 Al doblar la esquina me di cuenta que de nuevo me estaba mojando y  para cubrirme del agua, me puse la gabardina, no me valía, era pequeña, había cogido otra prenda, genial había robado también a alguien, al mirar dentro de los bolsillos apareció un viejo pasaporte francés, y al ver el  nombre de Rick Blaine, era la cara de Bogart. Casi se salen los ojos  cuando vi la foto. Le había robado la gabardina a Bogart!! Durante un instante estuve a punto de regresar y devolverla, pero solo durante ante un momento. Apreté el paso bajo la lluvia que arreciaba.

Llegué tarde a casa,  recuerdo que me desperté  con un tremendo dolor de cabeza y es raro, por que además desde aquel momento no puedo evitar de cuando en cuando probarme aquella gabardina, y entonces me apetece tomar un whisky, y sin venir a cuento me sale un: -Si ella pudo aguantarlo yo también, tócala otra vez para mi Sam.

-You must remember this a kiss is just a kiss… y me acuerdo de aquella mujer morena.

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