domingo, 3 de febrero de 2013

Querido Humprey Bogart:


Despertó mientras la lluvia azotaba  la ventana de la habitación.
 
Las primeras décimas de fiebre habían comenzado su trabajo a lo largo de la madrugada, otra vez había soñado con Bogart, el Bogey de Casablanca, del El Sueño Eterno, de  La reina de África, siempre pensó en él como el hombre.
Unos jirones de luz grisácea se estancaban en su cabeza ofreciendo una atmósfera irreal a la madrugada. El suelo de la habitación estaba helado, pisarlo fue como si docenas de alfileres se clavasen en la nuca todos a un tiempo.
 
El espejo del baño le devolvió inmisericorde la expresión indolente de esas personas que han perdido algo y no tienen interés alguno en volver a encontrarlo. Fiebre
 
Aún resonaban retazos de la conversación de la noche anterior con Manuel, -que si no podíamos seguir así, - que si esto no era lo que habíamos acordado, etc., etc… mientras fijaba la mirada perdida el fondo de su vaso como si buscase cada una de las excusas con las que le estaba obsequiando. Lo que no conseguía recordar era como habían llegado a ese punto, pero ya daba igual, los hombres no saben que decir cuando se les rinde el destino, y lo que es peor a veces no saben cómo merecerlo. Se produjo un silencio largo y aturullado en la mesa.

Llovía débilmente, pero sin parar cuando salió sola a la calle.

Levantó despacio las solapas de la gabardina y comenzó a caminar, la ciudad entera brillaba bajo los efectos de la lluvia y los primeros neones de los locales cercanos. En aquellos momentos esa ciudad parecía tan desamparada como lo estaba ella, dolida, pero no débil.

No recordaba cuanto tiempo había pasado caminando, pero la puerta le resultaba familiar, había llegado a su casa. Unos leves escalofríos la devolvieron a la realidad, el agua empapaba cada uno de los centímetros de la gabardina hasta su vestido nuevo, y ahora solo le era prioritaria la promesa de un  sueño reparador y nutricio de un Cola-Cao con galletas, y un analgésico, sentía la cabeza turbia.

Sucumbió de inmediato al cansancio, a la lluvia, a la nostalgia de los deseos.  Así hasta este momento.

Sonrió frente a la ventana de la habitación mientras la primera luz de la mañana se filtraba densa entre la lluvia, no le importaba el futuro resfriado. Recogió la bata y las zapatillas, mientras  calentaba el primer café de la mañana rebusco entre los cajones del escritorio hasta encontrar unas hojas de papel amarillento de carta.

 Empezó a escribir:
 

Querido Humprey Bogart:

Hace tanto tiempo que te he querido, que he aprendido a querer el recuerdo de ese sentimiento, que me siento condenada a enamorarme de los recuerdos y una de las cosas que más me gustan es recordar limpiamente…

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